lunes, 7 de julio de 2014

Comentario sobre el "Hombre Mediocre" de José Ingenieros



Cuán importante es tener ideales en la vida, ¿verdad? Me contaba una mujer que sabía que los sueños son como las estrellas. A pesar de titilar en la lejanía, por más difícil de alcanzar sean, a los marineros guían por las noches cuando salen a navegar. Los ideales nos señalan el camino al éxito. Miles de oportunidades se nos abren en el camino. Si somos capaces de vencer obstáculos manteniendo en alto siempre la dignidad, nos convertiremos en la esperanza de la humanidad. El ser humano no es perfecto; sí, perfectible.



Nuestra sociedad es una mediocracia. Permanecemos maniatados dentro de la caverna de la mediocridad, mirando sombras de ilustrísimas personajes proyectados en un biombo frente a nosotros. Lo que vemos, no basta, no es suficiente. Nos atan los prejuicios, los dogmas: eslabón tras eslabón se hacen interminables. Sólo quien es capaz de cuestionarse, concebir un mundo mejor, tener ideales, darse la vuelta y salir de esa caverna, habrá logrado su verdadera libertad. La educación y la moral cortan esas cadenas: nos hacen críticos y reflexivos con respecto a nuestra realidad. Sólo a través de ambos acabaremos con la mediocridad.
Muchos hombres están encadenados a dogmas impuestos por los demás. Ellos han desarrollado algún tipo de prejuicio, fanatismo y/o superstición. Siguen gregariamente lo que consideran debiera permanecer inmutable por intereses personales y son incapaces de tener ideales. Todos ellos dentro de un mismo rebaño: el rebaño de los hombre mediocres. Así, los ha denominado el famoso psicólogo y psiquiátra argentino, José Ingenieros, en su obra el hombre Mediocre. En el presente análisis de los capítulos I, III y VII señalaré puntualmente los más significativos conceptos y aciertos que a mi parecer considere.
Para concebir la perfección es menester el poseer cierto nivel ético y poseer alguna educación intelectual. No todos desafortunadamente, han podido debido a factores socio-económicos acceder a ella. Y es aún más lamentable. Siendo la educación superior accesible a otros, éstos adoptan un gusto desmesurado por el inmediatismo y la mediocridad. Existe desigualdad creada por la misma naturaleza, indudablemente.
Los hombres mediocres carecen de personalidad. Imitan a otros. La personalidad individual diferencia al ser de otros. El que la posee sabe que la vida es digna cuando la ennoblece un ideal. Si se posee autenticidad se es visionario; de lo contrario, se es mediocre. La afirmación de ésta, la personalidad, y la dignificación del propio yo: fuerzas morales que dan sentido y embellecen la vida misma. Sin dicha fuerza, sufres influencias de prejuicios que corrompen la sociedad.
Es precisamente, que en una sociedad convencionalista, sin paradigmas claros, encuentra al “hombre normal” y al “hombre domesticado” como modelitos a imitar. El hombre normal es aquel que según Aristóteles ha logrado equidistar de la virtud y del defecto. Es decir, se encuentra en un punto medio. La medianía es lo que origina que el hombre adopte una personalidad que equilibra ambos. Pero, dicho enunciado es un arma de doble filo. La medianía sumerge al hombre en las aguas turbias de la mediocridad a medida que la virtud no se halla en un comportamiento medio; se halla en el espíritu que lucha por lograr el progreso colectivo. La normalidad humana es relativa al ambiente social. No permanezcamos en ella. Busquemos ser mejores. Aquel hombre que no encuentra equilibrio debido a su pasividad a lo convencional es el hombre domesticado: acepta todo cuanto se le ha enseñado, apartándose de todo juicio adecuado.
Coincido además con Ingenieros, en que cada individuo es producto de la herencia y la educación. Hablamos de herencia debido a que existe un proceso natural de adaptación social de cada individuo. Mediante dicho proceso se desarrollan los rasgos individuales y se potencian sus capacidades. Asimismo el individuo se adapta al medio, originando a su vez, la amplia variedad de personalidades. Durante sus primeras etapas evolutivas el hombre imita conductas y hábitos sociales. Sin embargo, cuando este proceso de aclimatación se encuentra en su ápice o máximo periodo, el individuo opta por imitar la mentalidad colectiva de manera continua, suspendiendo todo tipo de autenticidad, es precisamente ahí donde se gesta la mediocridad: el alumbramiento de un ser sin actitudes innovadoras frente a la vida. Entonces son tres elementos que determinan al hombre en su medio social: “ la herencia biológica, la imitación social y la variación individual”. Tras un profundo análisis psiquiátrico afirma. La sociedad esta compuesta por el hombre inferior, mediocre y superior.
Denomina al primero “ alma de la especie” otorgándole características como la imitación, inmoralidad e incapacidad de pensar en sociedad. El hombre mediocre o “ alma de la sociedad” es rutinario, prejuicioso, imitativo y piensa como el resto porque carece de ideales propios. Finalmente, el hombre superior, “alma individual” cuyo anhelo es la perfección, es original, imaginativo, lleno de ideales que sobrepone a la herencia e imitación social para promover la innovación y el éxito.
Por otro lado, si nos proponemos con un escalpelo diseccionar la fofa personalidad del alma de la sociedad, vamos a recordar un espíritu conservador a conveniencia, vulgaridad y rutinario. A grandes rasgos, la personalidad del hombre mediocre priva de todo impulso creador al hombre superior, resistiéndose a toda concepción de ideas. Se vale de la moral social para justificar su proceder. Defiende a capa y espada automatismos, prejuicios y dogmas. Peor aún, se adapta a las distintas idiosincrasias – actitud que llama tolerancia- a su conveniencia. Bajo el término conservación intenta equilibrar (acomodar) la sociedad impidiendo, así, todo intento de superfección. Entonces , ¿ por qué surge la a la gente proba, visionaria y de gran liderazgo? La conservación es entonces la interacción entre los idealistas y mediocres, se complementan en la evolución social. Como una especie de círculo armonioso: los que luchan por sus ideales nacen de la injusticia impartida por otros. 
El progreso humano es la resultante de ése contraste perpetuo entre las masas inertes y energías propulsoras. (Ingenieros 1913)
Otro territorio de la personalidad del mediocre es la vulgaridad que contribuye a su multiplicación y propagación. No es sólo el uso inadecuado de la palabra, la vulgaridad es la incapacidad de emitir juicios certeros. Emplea, éste, expresiones vulgarmente grotescas en LODE que rechazan gestos dignos. Se escudan bajo un perfil calculador dispuestos a la usura, al egoísmo y bajeza, a tal punto de inocular el germen de la tosquedad generando una reacción en cadena. 
Finalmente, otra sección de la personalidad del mediocre es la rutina. Ella opaca el brío del oro y lo convierte en oropel. La rutina encadena al mediocre a los prejuicios sociales son escatimar reacción alguna, simplemente es diferente. Por ser incompetentes para pensar y razonar con lógica, quedan estupidizados en la trivialidad.
… El mediocre es incapaz se de ser generoso, solidario y conservar amistades. Desarrolla algún tipo de fanatismo de que casi siempre es beneficiado por sus preceptos. Acepta dogmas y prejuicios porque la mentira es su elixir para sobrevivir. Por ello, es injusto. Guarda apariencias a las cuales se acostumbra. “ no sienten la raza, la patria, la clase, la familia ni la amistad aunque saben mentirlas para explotarlas mejor.” Ajenos a todo y a todos, pierden el sentimiento de la solidaridad social: exhiben como vestido de gala el ridículo disfraz de la complicidad, se convierten en sórdidas caricaturas del egoísmo. Sienten celos de otros pero jamás lo confiesan. Disimulan muy bien su inmoralidad. 
La sociedad se rige bajo la política social de hace el bien para ser honestos. El alma de la sociedad enlaza al hombre honesto al que Ingenieros denomina delincuente de la honestidad- realmente lo es. Es un delincuente: pervierte el verdadero sentido de la honestidad, lo usa a su conveniencia. La falta de valor para la virtud y la cobardía de no dejar el vicio, hacen que el hombre honesto sea la personalidad más cómoda para amoldarse. 
El medio hipócrita sabe que pude seguir siendo honesto bajo la concepción de la honestidad social, a pesar de hacerlo disimuladamente. Sin embargo, se debe distinguir la honestidad convencional de la honestidad moral. La primera por acuerdo general es no hacer el mal y ser honesto; la segunda, no admite ni siquiera la imitación porque no es honesto consigo mismo. El hecho de copiar una conducta es fraude. 
Frente a la honestidad del mediocre siguen los tránsfugas de la honestidad. Ellas a los que ingenieros llama inválidos morales, son aquellos parásitos de la sociedad capaces de sufrir una condenable metamorfosis: pasar de la honestidad a la infamia, de la honestidad al delito. Cuando se habla de tránsfugas recuerdo la caterva de congresistas jingoístas y amorales, quienes juraban por dios y por la “plata” un 28 de Julio y en seguida se enrolaban a la bancada del gobierno; así, les convenía mejor. Los exasperados por las injurias del estado, por un fajo de dinero vendían su moral. 
Esta conducta es una característica de los hombres inferiores, el mediocre que trata opta por delinquir. Como una pléyade anormal de moral incompleta y alternante cuyo único credo: el de tener “su propia moral”; olvida la diversidad de culturas y por ende, las diversas morales. No existe una “ verdadera moral”. En cada ambiente y en cada época existe un criterio medio que sanciona los malos de los buenos, a los deshonestos de los honestos.
Un subcapítulo de la otra trata sobre la virtud y sobre la función social . Para entender que es la virtud suele decirse que a través de ella se acendran los sueños se los hombres que buscan inagotablemente la perfección. Ella resulta ser una atención real hacia lo que es concebido como la perfección real. Tal como menciona el autor. La intención de hallar la no implica practicar a del todo; es suficiente el propósito de lograrla y añade que el concepto de virtud se ha ido esculpiendo a través de la vida en sociedad y de sus propias necesidades para el progreso así mismo las virtudes han coexistido con prejuicios de tiempos imborrables como si hubiera equilibrio natural; en el que el hombre virtuosos rompa el grillete, el de eslabones de rutina y mediocridad que ata a los demás. Cada hombre y una determinada  realidad, de un determinado tiempo dotado de grandilocuencia y saber, será capaz de luchar por su ideal cuyo cincel es la moral. Si bien es cierto, no existe u amoral eterna pero si un perfectible y que la sociedad misma la transforma mediante la practica de las virtudes. 
El talento moral el cual se presenta en el subcapítulo quinto sobre la moral, radica básicamente en: “perseguir una perfección y serás virtuoso”. Para lograrlo nuestra vida debe ser un medio optimo para el bien en todos sus aspectos. Haciendo uso de la inteligencia y moral porque juntas en acción armonizan la virtud. Cita algunos autores que al elegir hacer le bien y ser tan buenos ignoran lo mundano a tal extremo de ser tontos. Alguno por allí mención que muchos jóvenes salen buenos de la escuela. Como si estar en dicha institución fuera una fortaleza, un claustro entre cuatro murallas que los separa del peligro exterior, incapaces de enfrentarse a situaciones críticas. Es decir, se instruyen pero ignoran su practica. Este enuncia do es mordazmente rechazado por ingenieros. Realza la importancia de la instrucciones de la escuela porque enaltece la moral. En ese sentido, la escuela no solo facilita la estructuración de nuevos conocimientos, también la formación de las capacidades para luchar contra la adversidad a la solidificación moral. Que le bien sea nuestra consigna. Perdonemos y enseñemos a perdonar con el ejemplo: claro sin abusar del perdón porque correríamos el riesgo de aceptar la inmoralidad al pasarlo por alto. Además la inteligencia y el talento moral son complementarias. El hombre puede poseer talentos intelectuales; sin moral es un desperdicio. Revisemos el caso de algunos individuos de coeficiente intelectual egresados de las más prestigiosas instituciones ocupan cargos importantes pero su intelecto s4es empleado para fines pérfidos de corrupción a diestra y siniestra. Recuérdese a Montesinos. Nadie duda su ávida inteligencia para manejar ala s masas. De ello surgen las siguientes interrogantes:¿ la inteligencia se hace superior en todos los aspectos trascendentales? La moral el tan importante como la inteligencia en la composición del carácter. Lastima que la historia solo se ocupe de homenajear los talentos de la primera. Acaso ¿no existen escritores alcohólicos admirados por sus magníficas piezas literarias? Los talentos morales perfeccionan la búsqueda de la perfección constante a través de la práctica de virtudes hacen que se renueve la moral. En ello consiste la cantidad y los llamados a encontrarla son los genios morales. Ellos son los inventores de la moral que están llamados a la santidad. La encontramos en el heroísmo, en el servicio social (apostolado), en la sabiduría y va variado la capaz de ideal. La santidad no es propia de los santos que hacen milagros, el hombre santo es aquel hombre capaz con suficiente capacidad moral para renovar la moral social. El talento moral por lo tanto persigue la santidad. 
A continuación profundizamos sobre la mediocracia. 
El mediocre se desarrolla en un clima de decadencia moral en un ambiente de hipocresía la tolerancia ala complicidad gusto por el materialismo- que no es mas que la simple acumulación de riquezas el colmo es que la sociedad no crea solo vive ciegamente creyendo que al decir lo que piensa es un a verdad absoluta. Es tan limitada que solo copian dogmatismos. De ahí que surgen políticos que confabulan para mantener en el estado a los mismos gobernantes  y refuerzan mecanismos para mantener en el horizonte toda intención del progreso. Analicemos nuestra decadente situación política. Ni siquiera nuestro mandatario es poseedor de una impoluta aptitud moral y  se observa a su lado toda una legión de cómplices - esto último lo veremos luego. 
En una mediocracia el sentimiento de patria se ve desplazado por la miseria moral. Cuando falta la comunidad de esperanza no hay idea de patria. ¿Qué es la patria? Es como señalé anteriormente es un sentimiento colectivo. Encierra promesas, actitudes, ideales, costumbres, mediante las cuales se generan esperanzas por el porvenir y mejorías en la actualidad. La patria es también formada por la historia que hemos profundizado y como consecuencia se da lugar a la identidad nacional. Sin embargo, en la practica es diferente.  Existe un gran desinterés por ser patria. Aquello se debe a la infectada preocupación por el cúmulo de riquezas, la satisfacción de interés personales y a países vecinos, a episodios de crisis del pasado. Ingenieros dice que no puede ser nación cuando los intereses venales se sobreponen a los ideales de la colectividad. El sentimiento nacional: “se degenera y se corrompe”…la patria es explotada como industria es la falta de ideales y cultura que bloquean la idea de nación: en vez de trabajar para ella. 
Sobre las políticas de las piaras, trata sobre una masa de inmorales y de sus arcadas, elegidos por el pueblo, cuyos aciertos en pro del país son insulsos e infructíferos. Conformado por gente burócrata, militares que ascendieron de puestos privilegiados, la mayoría improvisados. Derrochan su dinero en campañas electorales, prometen y prometen. Una vez dentro del poder, los favorecidos se olvidan de sus promesas: son unas verdaderos cerdos, juegan sucio. Estos hombres se escudriñan tras su partido o bandada política. Sarta de cobardes.
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Moliere caracteriza al personaje “Tartuffe” como un ser sin escrúpulos. Su moral implica siempre una simulación. Los mediocres poseen la moral del Tartufo: el mediocre es hipócrita, de servilismo traicionero y lealtad tímida; es ingrato, finge virtudes que no le asoman; de lisonja ponzoñosa y labia apuñalante al menor descuido; de fe convenida… 












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