La afectividad es
importante en la vida psíquica humana porque las funciones psicológicas tales
como la memoria, el pensamiento, la percepción, el lenguaje, la imaginación, la
fantasía, el raciocinio, los juicios, la reflexión, la actividad, etc., se
ordenan a los mundos: racional y al
afectivo.
La afectividad resulta imprescindible para
comprender la propia dinámica del conocimiento humano. Piaget decía que la afectividad es el motor, la causa primera del acto de conocer1;
pues éste es el mecanismo que activa la acción y el pensamiento. Los procesos mentales son complejos, puesto
que el cerebro procesa la información recibida
en la que simultáneamente actúa el componente afectivo. Por eso,
el modo como percibimos la realidad se ve afectado por las emociones.
Por ejemplo, en la mayoría de casos, un divorcio afecta de alguna manera a los hijos y aquello
se refleja no solo en sus conductas en el aula (nerviosismo, abstracción,
distracción, aislamiento) sino que influye en su rendimiento escolar en
general.
Las circunstancias en el ambiente aportan contenidos vivenciales, pero la
manera cómo éstos se procesan son netamente experiencias personales y
singulares que pasan necesariamente por el filtro emocional. Éstas vivencias pueden dejar huellas positivas como la satisfacción
de haberse graduado y negativas como el fallecimiento de un familiar, siendo
estás últimas de mayor impresión y necesarias para el aprendizaje.
Llevar una vida afectiva saludable implica
hacerse consciente de los sentimientos, pasiones, emociones, y motivaciones,
aprender a diferenciarlos para llevar
una vida plena y en armonía tanto en la relación con uno mismo como con los
demás. Para ello, la psiqué juega un papel
fundamental para hacernos conscientes de todo tipo de vivencias afectivas, que
al ser esclarecidas, se logra la edificación personal y luego, la armonía en la
vida en pareja. Dice Rojas que el amor
inteligente implica que “ la forma de pensar en los sentimientos es un
ingrediente clave de ellos”2 , y que “la información que vamos a
tener depende directamente de la riqueza psicológica de esa persona, además de
su capacidad de introversión para bucear lo percibido por dentro .”3
Véase en caso de Luciana, una de mis tutoriadas de tercer grado de primaria.
Un día me cuenta
entre llantos y sollozos que no tenía amigos y que nadie la quería. Una niña
insistente, con un lenguaje infantil para su edad, que buscaba la aprobación
del maestro, pero muy hábil académicamente y querendona. Hasta el año pasado
había tenido problemas con la erre, pero logró superarlo con sus terapias de
lenguaje. Ella había dejado de ser hija
única hace unos meses con el nacimiento de su
hermanito. Luciana, estaba contenta por ello, pero sus relaciones
amicales no eran fructíferas. Durante el juego, siempre buscaba imponerse, lo
que generaba el rechazo de sus demás compañeras, quienes la tomaban como una
niña pesada. Cuando hablé con las niñas implicadas, me contaron que sí la
querían pero que ella se alejaba cuando le decían que no. Observé que durante
los trabajos grupales, se aislaba o me decía que nadie quería hacer grupo con
ella, cuando la realidad era que nunca se levantaba de su asiento a buscar
algún compañero. Ante la negativa de las niñas, ella tenía la impresión de que
nadie la quería. Luciana, no tenía claro que era la amistad, la negociación, el
compartir, ni el ceder debido a que
había sido hija única. Era evidente su inmadurez emocional y necesitaba ayuda,
pues no tenía la capacidad para diferenciar las emociones producidas por el
rechazo a sus imposiciones. Esto la estaba afectando emocionalmente e incluso a
su rendimiento. Luego de reunirme con
sus papás y la psicóloga de la escuela, acordamos en que iniciaría en CPAL un taller de habilidades
sociales. En el aula, hemos trabajado la
tolerancia a modo de dinámicas y también la amistad. Ahora la observo más
tranquila y más integrada.
BIBLIOGRAFIA
1. PIAGET, Jean. Inteligencia
y Afectividad. Con prólogo de Mario Carreto. 1ª ed. 1ª reimp. Buenos Aires:
Aique Grupo Editor, 2005. p.8.
2. ROJAS, Enrique. El
amor inteligente. Corazón y cabeza: claves para construir una pareja feliz.
Madrid,Ediciones Temas de Hoy S.A. (T.H.), 1999. p.48
3. Ibid. p.45
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